Hey una vuelta más!!!




Amalgamado sobre un caballo de madera recorriendo campos desérticos en busca de aventuras; o detrás del volante loco de un pintarrajeado formula uno que siempre gana; o sentado en una carreta que lleva el paso lento de dos viejos caballos imaginarios; o simplemente abrazado a medias al fino poste cromado intentando en la próxima vuelta arrebatarle el premio tan deseado a ese viejo que hábil como pocos nos hace pasar una y otra vez tan cerca, disfrutamos una vuelta.
Con el corazón abierto y la ilusión prendida en nuestros ojos haciendo de cada canción un himno a la fantasía sin limite que solo allí podemos alcanzar.
Y pasan los años y se multiplican los viajes y algún pergamino interno muestra con orgullo las sortijas robadas, como si fueran medallas. Nada es comparable al viento sobre el inmóvil corcel que sube y baja; y nos sentimos dueños del mundo, ese que siempre esta próximo a cambiar.

Y tarde nos acordamos de ese familiar que guiño mediante nos otorgaba la alegría de “una mas” y aguardaba sentado en un banco de madera junto a otros; y que al pasar nos sonreía y murmuraba algo a su ocasional vecino. Una fiesta de tiempo ilimitado porque aunque la canción terminaba y la ronda aminoraba su marcha sabíamos en el preciso instante que bajáramos que pronto estaríamos subiendo.
Hasta que un día las ansias de crecer y ser “grandes” nos van ubicando cada vez mas cerca del banco de madera. Y rendimos estricto homenaje a la madurez aseverando que “eso” ya no es para nosotros.
Y la plaza queda cada vez mas lejos y allí quedan fantasías e ilusiones, quizás siendo alimento de otras que se acercan. Pero nosotros parecemos dejar allí todo nuestro “mundo de chicos” para jugar el nuevo juego de ser grandes.
Sin embargo muy dentro aun y siempre, clamamos por una mas...sin sentirlo en los labios pero si dentro el pedido por no bajar, o solo por subir e intentar atrapar una sortija mas. Intentando una ilusión mas sobre el caballo, y cerrar los ojos e imaginar el campo y sentir el viento mezclarse en el pelo, llegar quizás hasta una princesa y declararle el amor atesorado en el pecho...o tomarnos del poste aquel y en lugar de esperar un real colectivo que nos trague y nos escupa una vez mas, poder soltar un brazo y volar haciendo un mágico equilibrio en el borde, o solo sentarnos en la carreta e imaginar un paseo único...
Pero la edad. Las responsabilidades, lo que se “debe” ser nos impide volver y gritar.
Gritar fuerte...
HEY SEÑOR UNA VUELTA MAS!!!POR FAVOR!!!

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