a andar

 

...y de que serviría seguir con las lágrimas, que sentido real tendría gatillar todo el tiempo en el pasado, que sabiduría existiría en seguir imaginando futuros esbeltos si aún lo realmente necesario es saber apoyar pies, rodillas, manos, brazos, cada punto del cuerpo para ponerse de pie. 

Entonces es cuando invade la razón con toda su fuerza, con esa potencia de las palabras, de saber cada recuerdo, de rememorar cada tramo recorrido y encontrar allí todo y cada uno de los motivos para irse definitivamente. Pero surge el corazón que lejos de ser ecléctico toma partido, casi en un grito de cada luz encendida en aquel pasado cercano, y casi tendiendo la mano hacia atrás implora por no partir, por buscar una vez más, por esperar lo que tristemente sabe que no va a llegar. 

Y aún cuando alguno de los dos tuviera la razón absoluta no encontrarían la forma de explicar desde lo profundo el momento que se vive y poder aclarar la disyuntiva. 

Cuando nos acercamos al fuego y este quema, nos alejamos de él. Cuando es el frío el que invade buscamos cobijos varios. Pero cuando el fuego no se ve, ni el frío se manifiesta y la sensación invade es mezcla intensa de ambos el alma y el cuerpo navegan por lugares donde no esperaban, ni deberían estar.

Y podemos seguir "lagrimeando" pero de seguro no se lavaran las penas. Y podemos reír a carcajadas y simular, pero será eso, un pretender ser. 

Entonces, y casi sin importar las consecuencias, es momento de comenzar a caminar, cada uno a su paso, cada cual con su cadencia. Pero es necesario, porque cuando no quedan luces el secreto está en tomar cada parte de uno, encender una vela y comenzar a andar. Y que la vida se encargue de cada cual.




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