Cielo...

En busca de señales había caminado tantas veces las mismas calles que su transitar se tronaba a veces en círculos inconclusos. Muchas veces por esas sendas miraba el cielo pero nada salía desde el ni desde alli. Siempre su derrotero finalizaba en noches de bengala que en definitiva no llevaban a ningún lado devolviéndolo a la ausencia presente en sus ojos al intentar dormir.
Pero un día sus noches cambiaron con la mágica fantasía de lo que tanto había anhelado, de lo que tantas veces mirando el cielo había buscado aunque supiera que era en la misma tierra en donde quizás fuera a hallarlo, pero aunque esos días cambiaban, su sendero, su eterna caminata por las calles de buenos aires aun lo encontraban. Emprendía esa noche el viaje de regreso.
Un camino muchas veces transitado y jamas atrapado por la rutina.
Calles, curvas, semáforos que cambian incansablemente de color en una danza cotidiana y bajo ellos autos de marcas diferentes y conocidas que se mueven a su ritmo; los mismos negocios, las mimas esquinas que quizás busquen a la vuelta de ellas mismas las ansiadas respuestas de algunos de sus caminantes. Pero nunca, jamas el paisaje tapado por la monotonía.
Quizás (o seguramente) porque cada regreso impone un nuevo viaje y en este una alegría. Cada momento es diferente, aunque todo parezca igual.
La escenografía puede que no cambie pero lo espiritual esta bañado por un mágico cambio constante.
Quizás también por eso una noche el pedido:

“hey cielo, hey...Luna plaga de estrellas tu seno y escribí un te quiero que llegue justo directo a ella; que al mirarte sepa que aquí ni tan lejos ni tan cerca estoy yo, que ella esta aquí dentro, que el tiempo no importa cuando se siente desde muy adentro, que llega con fuerza e intenta salir igual. Que aunque pueda apresúrame estoy seguro que el sentimiento es verdadero e intenta con cada conquista ser duradero.
Entonces cielo junta por favor bien todas las estrellas porque las necesito, prende todas tus luces que aquí abajo en la tierra una luz mas fuerte ilumina mi vida, llevale también un gran abrazo en tu brisa, un profundo beso y por sobre todo un enorme agradecimiento.
Dale cielo que desde aquí mando montado en vos mis sentimientos...”

Que bien entonces se siente regresar y saber que pronto se hará el camino inverso.
Porque seguramente esos pasos dados proyectaran nuevos caminos, senderos a futuro compartido, cielos a ser vistos con mas de los propios ojos, estrellas compinches en las noches de Lunas compartidas.
Que bien se siente regresar con tanto adentro y entonces si así fuese la rutina a ella me sostengo.
Sin lugar a dudas las señales a las que tanto había intentado ver en el cielo habían llegado y sus ojos al cerrarse descansaban en las imágenes tantas veces ansiadas.

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