El joven aprendiz


El joven aprendiz había recibido pronto su primer traspié, su primer golpe, debía entonces asumirlo y continuar aunque supiera que mas reveses se avecinarian por mas que estuviese atento.
Pero el primero siempre tiene la extraña virtud de ser justamente eso, no hay como el primer hijo, ni sobrino, ni colegio, ni grado, ni...
Y aunque la lista se extienda luego en variadas dimensiones, nada ni nadie llega al primer lugar.
El golpe había sido duro, fuerte y con cierto preaviso, pero a pesar de eso ultimo, no le quitaba trascendencia.
Aquel novato de ese camino había aprendido a volar, desarrollando cada vez más esas alas. Muchos habían sido los senderos transitados pero en el ultimo era un inexperto.
Cierto día y casi sin quererlo sus ilusiones se desplegaron en aquellas alas y se aventuraron a un nuevo vuelo. Pero el destino no era claro, difuso, lejano e inalcanzable acorde de donde se mirara. Aun así y sabiendo ello aquel poeta callejero comenzaba esta vez a recitar sus propios versos, las rimas de su propia fantasía, de esa interna que lo movía. Gracias al aprendizaje realizado y sumado de allí horas de vuelo en ocasiones había aterrizado de emergencia en campos desolados y de allí mismo reconstruido lo dañado y renovado el vuelo en cortos periodos de tiempo.

Esta vez el golpe recibido los descendía hasta casi tocar la tierra pero en esta ocasión la misma no era desolada, entonces debía mantener sus alas desplegadas intentando recuperar altura con prontitud o resignarse a un rápido planeo hacia un descampado como otrora.

Mas no quería dar por terminado algo que recién había para él comenzado, muy a pesar del destino final que se veía lejano sin proyectar ninguna esperanza.

Algo en el final del camino, en el rastro del horizonte, lo atraía, lo hacia seguir intentando.
Durante ratos, cuando descansaba, meditaba si algún día llegaría a algún lugar soñado. Ni en los libros más sabios hallaba la respuesta a dicho interrogante. Pero era entonces que retomaba el vuelo y le emprendía al destino mismo buscando altura.
Si el embite lo había llevado hasta allí debía esa fuerza derrotarlo por completo o elevarlo nuevamente.
Y más recuperaba la altura cuanto más creía y sentía escuchar una voz que provenía quizás del mismo final del camino.
La ultima vez que lo vieron cruzaba el cielo nocturno dibujando signos en el aire, buscando señales. Seguramente desde algún lado esa voz devolvería en respuestas, esos signos que dieran dirección exacta a es camino.

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