Un regreso anunciado, una vuelta al futuro

Apoyado contra la ventanilla veía como la ciudad, su ciudad, que lo despedía encendiendo poco a poco sus luces. Su camino estaba marcado, y mas con la iluminación que en el caer del día le proponía su lugar.
Pasaron kilómetros y por esa ventana, como una pantalla de video en natural, el campo y sus contornos, marcaban un viaje. Las luces en el camino, o alguna perdida en el medio del oscuro paisaje, también eran claras imágenes de su presente.
Solo se levantó de su asiento al llegar a destino, no tenía valijas, solo una mochila en sus hombros. La terminal se veía como una romería de emociones, alegrías y tristezas convivían con un marco especial; regresos.
Con las manos en los bolsillos del gastado jean, abrigándose entre sus propios hombros, a paso normal camino hasta la playa.
Se sentó en la arena, aún era de día, atardecía y debía esperar para establecer el vínculo internamente buscado.
Se quedó dormido. Al despertarse las estrellas fueron su primera imagen; levantó su cabeza, cruzó sus manos por delante de sus rodillas y aspiró profundo. Allí enfrente su amigo decía presente y pronto, de un solo golpe, en un solo instante, el daría cuenta del pasado-presente y futuro.
Caminando sin zapatillas. Llegó a la orilla, sintiendo como sus pies se hundían en la arena blanda, levantó la vista al mar.
Él, constante, majestuoso, inigualable y eterno, allí estaba como un buen amigo, siempre dispuesto, mostrándose tal cual es; la luna iluminaba como nunca formando caminos de luz en el agua.
Se sentía feliz, como si su cuerpo hubiera tomado movimiento luego de un letargo.
Estaba eufórico pero sereno, quizás los tiempos habían, además de anotado alguna cana y alguna arruga, enseñado a medir. Aguardar, a contemplar.
Pero no podía ni quería ocultar su alegría.
Y entonces su amigo abrió contacto.
Como otras noches una ola se levantó, tomó fuerza. Era inmensa y hermosa; cuando estaba desplegada por completo mágicamente un dibujo en su lomo se leyó, decía “aqui estoy”.
Creyó que su interior explotaría, la emoción era incontenible. El espectáculo único y privado.
Extendió sus brazos, abrió sus manos, cerró sus ojos, y desde su interior partió una fuerza que llegaba hasta sus manos, durante minutos creyó estar abrazando a esa ola diciendo a gritos desde dentro: “Gracias por estar aqui”.
Cuando abrió los ojos, sus brazos estaban cerrados y entre ellos en una abrazo mutuo estaba ella, la mágica mujer que soñó.
Miró al mar y este con una especie de sonrisa volvió a ser el mismo, su amigo le había traído a ella.
El agua bañó los pies desnudos de ambos.
La noche los vio perderse caminando abrazados.
Nadie explica en esa playa las huellas de mujer que quedaron grabadas saliendo del mar encontrándose con las de un hombre en la orilla...

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