Temperas


Subía las escaleras, o bien tomaba el ascensor...dependía de las ganas, generalmente subía entonces los escalones presuroso. Esperaba que llegara la hora de la merienda y buscaba, hurgaba en su escritorio la excusa. No había nada...buscaba y buscaba...hasta que al final “una tempera!” se decía...y entonces raudo, presuroso y contento recorría los dos pisos que distaban de la casa de ella. Mauro tenia 12 años cuando conoció a Marcela, ambos vivían en el mismo edificio. Se habían mudado alli poco tiempo antes y desde el mismo comienzo el sintió un profundo amor. Amor de criatura, amor del puro, de ese que no sabe de restricciones mas que de aquellas que tiene que ver con el pudor. Y entonces buscaba mil excusas para ir a verla, solía encontrar en los ultiles la excusa perfecta, en su constante y recordada desprolijidad, mencionada siempre por su madre delante de ella, la coartada ansiada. Pero sus intenciones y sus sentimientos quedaban abatidos ante el intento de un beso. Cada vez que llegaba sucedía lo misma rutina....timbre, la mamá de Marcela, el dialogo
“hola señora esta Marce?”
...y la respuesta “que te olvidaste esta vez?” de seguro la madre lo sabe se decía el mismo....pero vencía el pudor y las palabras mágicas se escuchaban...
“pasa, pasa....esta en su cuarto”.
El recorrido era solo un pequeño camino y que importaba si fueran miles de kilómetros si el final era verla. Casi con vergüenza tocaba en el marco de la puerta y Marcela respondía
“Hola Mauro!!!!....no me digas que otra vez se te acabaron los cartuchos 303!!!!!”.....
”NO Marce...sabes lo que pasa??? la guacha esa de la de trabajos prácticos me dio para hacer una....una.....(pensaba rápidamente pero el nombre de escala no salía.) eso...eso que mezclas....”
“una escala Mauro una es-ca-la! Jajajaja, sos un personaje”
“Bueno si eso....no me salía...tenes una tempera blanca?”
...y el tiempo entre el pedido y la posterior partida se estiraba todo lo que Mauro podía transitando las mas diversas charlas compartidas sobre colegio, música, prohibiciones paternas, etc. Y es que alli justamente se hallaba el tema, en lo ultimo, en el padre; aquel que nunca estaba, osea que cuando si estaba, Mauro ni se olvidaba temperas ni se olvidaba un mapa ni nada, era casi un alumno ejemplar.
En tanto siempre sucedía que cuando por casualidad la conversación rondaba cerca de lo personal aparecía la madre ofreciendo un toddy.
Y es que cierta vez cuenta la historia de esta historia en una tarde de época invernal y solo en la casa de ella sucedió. Sentados frente a la ventana del comedor de golpe y casi sin hablarlo se dieron un beso.
Uno que tuvo el sabor mágico de ser casi el primero, que no lo fue por culpa de la botellita o el semáforo, pero que quizás lo era desde lo sentido. Mauro transitaba esa edad que produce sensaciones profundas por momentos intensos de cosas simples. De esas sensaciones y cosas que difícilmente cuando grandes se repetirán; será época entonces de los grandes emprendimientos y las mentiras cotidianas....pero los 12....tienen ese sabor especial polenta de la vida que empieza a tomar fuerzas. Se acaba el colegio primario se es grande y pequeño a la vez porque se sabe que en el año entrante se será el menor del secundario...pero que importa el otro año si la gloria se tiene hoy en las manos cuando a los doce se es dueño de un universo de cosas. Es el año del viaje de egresados, de los diplomas, de metas alcanzadas, de proyecciones cercanas, de magia...
Marcela y Mauro iban a diferentes colegios, ambos privados, ambos parecidos pero por esas cosas del destino a 20 cuadras el uno del otro. Aunque ambos mixtos, ambos de doble escolaridad estaban en una lejana cercanía. Y en el medio de ambos una historia a ser contada.
Fue después de aquel beso de labios apretados, de músculos contraidos, de ojos cerrados pero queriendo estar abiertos, por aquello de ver que realmente era un beso!!!, el paréntesis fue mas que largo o al menos así pareció para Mauro. Porque cuando creía entonces tener el mundo en sus manos dio cuenta que no solo tenia solo un sueño sino que además debía aun ser totalmente “des-soñado” de a dos.
Cuando el fin de año los sorprendió el estaba metido en las cosas de ese fin de año glorioso, ella también y desde aquel beso habían mediado miles de temperas blancas y de colores junto a conversas de las mas variadas pero nunca quizás por el destino otra vez a solas con el suficiente tiempo para otro mágico beso.
Entonces fue una tarde que de casualidad el ascensor los encontraba que Marcela le dijo
“Tengo una fiesta el sábado queres venir?”
Pensaba disparar el si de inmediato pero algo lo detuvo...”Pero no conozco a nadie”
“Venís conmigo tarado”
Que bien sonaba ese tarado en sus labios!, pensaba él, como que era aceptado como una forma de ser mas íntimos, porque a nadie se le decía ese tipo de “tarado”, era casi un insulto dulce, una caricia.
“Bueno....”
Ese sábado fue corto, entre las actividades de ambos en los clubes a la tarde se encontraron, y quedaron de a las ocho y media. Llegaron a la fiesta en casa de Natalia, la amiga de Marcela y la cosa transcurrió normal hasta que la misma anfitriona quiso saber mas de Mauro y en medio de la fiesta se le acerco a el que estaba solo ya que Marce conocía a casi todo el mundo.
“vos sos Mauro no?” natalia de unos ojazos celestes, nada comparables a los de Marce obviamente para Mauro, pero de una carita simpática preguntaba
“si...el mismo, vos sos Natalia la amiga de Marce...”
Desde alli en adelante creció el dialogo, de esa fiesta regreso con teléfono anotado de natalia y demás datos. Nada suecdió entre ambos ni esa noche ni las tardes posteriores, pero aun cuando fuera asi algo paso alquel día.
La vida quiso que alli se hiciera la división y desde entonces Marcela y Mauro de a poco casi sin notarlo se fueron separando. Aunque ambos se quisieran aunque ambos a la sombra de aquel árbol cuando el grabo los nombres a punzón en el tronco se prometerían que habría mas besos, mas abrazos...muy a pesar de todo cada uno siguió por su lado.
Y crecieron y vivieron sufrieron y rieron por miles de veces hasta cierto día.
Un día la casualidad a veces llamada destino quiso encontrarlos en el medio de la nada, de una calle muchas veces por ellos transitadas en el mismo barrio, bajo un sol parecido. Fue el quien la vio, la reconoció al instante y se acerco...
“perdón, me podrías prestar una tempera?”
“MAURO!!!!!” se dio vuelta Marcela.....
La charla duro toda la tarde caminando por el barrio contándose de hijos, parejas y demás avatares de la vida transcurrida después de aquella famosa fiesta. La cual recordaron juntos dando cuenta de la real importancia y diciendo ambos que hubiesen preferido no haber ido porque ambos se querían y quizás alli fue donde se separaron.
Mauro entonces hizo su relato final
“nunca mas supe de temperas perdidas, de ausencias de mapas y de corridas por escaleras de escalones cortos y largos. Nunca mas vi lo que en tus ojos al decirme cada cosa, incluso tarado. Pero lo que mas añoro y nunca mas tuve fue un beso como aquel beso, aquel que para ambos no fue el primero en listado pero si lo fue desde lo sentido. Pasaron muchas cosas, muchas personas y ninguna supo besar mejor que la que esa tarde bese yo. Ya el tiempo ha pasado y no vale intentar rememorarlo pero si vale decirlo porque era un secreto a voces guardado, ahora ...ahora es algo a ser con vos compartido”
Marcela cerro
“lo mismo me paso, que cosa no? Tantos años tantas cosas y sin embargo aun recordamos. Seguro es la fuerza de la magia...la magia de los 12 años...”

y en la caminata se oyeron aparte de los pasos miles de risas de relatos, de cosas....ambos regresaron a sus casas con parte encima de aquella chica y chico de 12 años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó....que epoca magica aquella....